viernes, 25 de mayo de 2007

TESTIMONIO "YO CONOCI AL CHE" I PARTE

Entre los elementos necesarios para analizar al Che están los testimonios de quienes lucharon a su lado. Es el caso del peruano Ricardo Napurí, Trotskista, actual dirigente del MAS (sección argentina de la LIT-CI) que fue testigo de los primeros años del Che en La Habana, y con quien colaboró por extender la revolución al resto del continente. Reproducimos extractos de la entrevista que le realizó la revista Herramienta nº 4.
Ricardo Napurí: Nacido en Perú, fue deportado cuando siendo aviador militar, se negó a bombardear a marinos y militantes de izquierda en la revolución de 1948. Ya en Argentina se integró al grupo Praxis.

Al inicio de la revolución cubana colaboró con el Che en los proyectos de «extenderla» . Destacó en la fundación del Movimiento Izquierda Revolucionaria (MIR) y de Vanguardia Revolucionaria en Perú.
Impulsor y cofundador, en 1968, de la CGTP, la central obrera peruana, y más tarde del Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular ( 21% de los votos a la Asamblea Constituyente de 1978). Diputado Constituyente y Senador en su país. En 1973 se incorpora al trotskismo, y hoy es dirigente del Movimiento al Socialismo (MAS), sección argentina de la LIT-ci. Seis veces deportado, ocho encarcelado y quince años en el exilio. Autor de «La realidad peruana» y «El APRA, balance y liquidación».

ENTREVISTA
En enero del 59, a pocos días de la caída del gobierno de Batista, usted viaja a Cuba y se encuentra con el Che. ¿Qué lo lleva a tomar tal decisión?
RN: Existía en la Argentina un Comité de Apoyo a los combatientes del Movimiento 26 de Julio. Yo era periodista del diario La Razón, y además secretario general de su Comisión Interna y miembro de la dirección del Sindicato de Prensa de Buenos Aires. Desde 1949 formaba parte del Grupo Praxis y a pesar de que éste, como casi toda la izquierda del país era hostil a los «barbudos», personalmente colaboraba con el Comité de Apoyo, en disidencia con Praxis.
¿Al Che lo ve casi inmediatamente...?
RN: Arribé a La Habana el 8-1-59, en un avión enviado para repatriar a los exiliados cubanos residentes en Argentina. Junto a la madre del Che y dos de sus hermanos pude verlo casi inmediatamente. Vestía aún ropa de campaña, con algo de barro en sus pantalones y zapatos, y portaba su pistola al cinto. Le dije quién era yo y que quería colaborar con la revolución.

¿En esos días había diferencias entre los combatientes de la «sierra» y los del «llano», sea las ciudades?
RN: Cuando llegué esa era la discusión en Cuba. Me dio su versión favorable a las guerrillas de la sierra, y agregó que si el asunto me interesaba me facilitaría medios (para) hacer entrevistas. Los combatientes de la ciudad -el «llano»- decían: «Nosotros peleamos más que los de la «sierra» y no tenemos ningún título de Comandante». Según ellos, el 70% u 80% del ejército batistiano lo retuvieron en las ciudades a través de la acción de la resistencia activa. Había conflicto hasta el punto que Fidel amenazó a los combatientes del Directorio Revolucionario, que habían tomado la Universidad, con echarles bala.
¿Usted ofreció su colaboración con la revolución...
RN: Al Che le entusiasmó que hubiera sido un aviador militar deportado de Perú por haberme negado a bombardear a marinos y militantes de la izquierda aprista en la insurrección de octubre de 1948. Yo, que había pensado en apoyar y colaborar con la revolución haciendo propaganda, me encontré con que el Che me decía que una primera prueba de mi colaboración sería mi retorno a Perú con la tarea de ver qué organizaciones y hombres apoyaban a Cuba pero que, a la vez, estuvieran dispuestos a asumir un compromiso revolucionario. Y fue claro: «Aceptas o no aceptas», dijo. Ahí decidí abandonar todo, mi familia, mi trabajo, todo. Era la fuerza que tenía la revolución, la gente en las calles. Yo era joven, apenas tres años mayor que el Che, y pensé: «Siempre quise esto, peleé por esto»

Si tomamos en cuenta su formación marxista ¿Qué lo impulsó a retornar al Perú ante el pedido del Che, dirigente de una revolución que en esos momentos no era declaradamente antiimperialista y menos socialista?
RN: Cierto yo era un combatiente de la revolución socialista. Llevaba muchos años en ello. Lo que pasaba era que los revolucionarios latinoamericanos nos tropezábamos con la muralla que significaban los movimientos nacionalistas, pero también los partidos comunistas. Estos últimos, al plantear alianzas y frentes populares con las burguesías nativas cumplían el nefasto rol de «policías políticos de la izquierda», privilegiando la vía pacífica y reformista. No habíamos encontrado el medio para terminar con la «losa» estalinista, que impedía la revolución. Por eso, al constatar que Castro, el Che, Camilo Cienfuegos y otros lo habían logrado, el deseo de imitarlos fue, para muchos de nosotros, superior a las previsiones que sugería nuestro bagaje teórico.
¿Durante qué años tuvo relación con el Che?
RN: Desde mi viaje a Cuba en enero del 59 hasta 1964. Hay varios proyectos guerrilleros que se gestan en 1959, yo fui parte de uno de ellos, en Perú. Detrás de ese impulso se hallaba Cuba, que se apoyaba en nosotros para «exportar» su revolución. Fidel y el Che apoyaron esas guerrillas «por la libre», como dicen ellos...

¿Usted logró convencer al Che para que Silvio Frondizi fuera invitado a la isla...?
RN: El Che lo cuestionó porque lo caracterizaba como trotskista. Le dije: «Me extraña que un revolucionario como tú establezcas un veto sobre un hombre de la izquierda, marxista, de pensamiento independiente». El Che respondió que no había leído textos trotskistas y me pidió que le buscara un libro donde Trotsky sustentara sus pensamientos. No me fue fácil encontrar un libro de Trotsky en La Habana en esos días, pero en una librería hallé una roída Revolución Permanente y se la llevé al Banco de Cuba, del que ya el Che era presidente. Como a los quince días me llamó para decirme que había leído el libro, al que había subrayado y escrito con su pequeñísima letra de médico. Ahí, en una larga conversación –a las dos de la mañana, hora que le era más cómoda- afirmó que Trotsky era coherente y que tenía razón en muchas cosas, pero también que «ya era tarde» para cambiar de orientación.
Inteligente como era captó enseguida el pensamiento de Trotsky de transformación de la revolución democrática en revolución socialista, del carácter ininterrumpido de la misma hasta devenir en revolución internacional y mundial. Pero él me dijo: «Bueno, pero nosotros hicimos la revolución sin el proletariado». Y al final eso te desarmaba.

Usted retornó a Perú, a instancias del Che...
RN: Estando en Cuba, y por consejo del Che, adhería al APRA Rebelde, la izquierda del APRA (que) tenían tradición militante e influencia en la región Norte del país, entre los trabajadores azucareros, sobre algunas comunidades campesinas y en varias Universidades, sólo les faltaba establecer los nexos políticos con la dirección castrista, tarea que me encomendó el Che.
¿Y la guerrilla en Perú? El Che les acepta a usted y a De la Puente que la revolución no se haga por medio del foco, sino con el Apra Rebelde.
RN: De la Puente era un experto en el problema agrario y lo desarmaba al Che porque De la Puente le decía: «Hay organizaciones campesinas concretas, y si vamos a hacer un levantamiento tengo que contar con lo que construyeron los campesinos. Además el campesinado no va a abandonar sus organizaciones porque yo le ponga una guerrilla...». Entonces el Che comprendió que debía «matizar» su idea del foco y dijo: «Bueno, prueben».

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